Todo esto no hubiera sucedido si tú y tus amigos hubierais aceptado de buen grado el pequeño préstamos que tomé de vuestros “almacenes”.
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¡¿Cómo?! Sabes perfectamente que yo no he robado nada. No tengo la culpa de que guardaseis esos datos en el mismo bloque que yo andaba buscando. Es más, esa información no creo que os pertenezca, ya que en mi opinión la localización de las familias de los pequeños aprendices Jedi no es de vuestra incumbencia. Además, no puedes culparme por eliminar esos conocimientos de vuestra base de datos, al fin y al cabo, sólo os hubiera traído problemas.
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¡Que más da que os costase una fortuna averiguarlo! ¡He visto a un Jedi derrotar a una docena de hombres sin siquiera desenfundar su sable de luz! ¡Deberíais agradecerme que os haya librado de uno de ellos enfadado!
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Calma, calma… de verdad que podemos arreglar esto de manera civilizada. ¿Qué te parece si yo te cuento algo importante a cambio de lo que os he cogido? Sería lo justo ¿no crees?
Mis padres, de familias pobres, se conocieron en Coruscant, pues ambos habían nacido aquí. Cuando se casaron, su situación económica era bastante precaria, así que decidieron mudarse a Raxus Prime, un curioso planeta del Borde Exterior donde las fábricas de energía poblaban el terreno. Aprovecharon el resurgimiento de su comercio para intentar encontrar trabajo en alguna de las refinerías que constantemente funcionaban extrayendo metales del rico suelo planetario.
No creas que era un lugar ideal donde al salir del trabajo podías pasear por bellos prados. Más bien todo lo contrario, pues aún hoy en día, su atmósfera se puede ver como una niebla dorada cuya toxicidad es mortal si se respira durante demasiado tiempo. Por ello, pese a tener un terreno provisto de grandes cordilleras rocosas y fosas interminables, las colonias de humanos y jawas que pueblan el planeta, se organizan bajo cúpulas aislantes que proporcionan una atmósfera no dañina.
Sin embargo, al contrario de lo que esperaban mis padres, las cosas no fueron bien, pues había una constante guerra comercial entre las colonias humanas y jawas. Esto produjo un descenso elevado en las ganancias de los trabajadores, de forma que las familias conseguían poco más que lo justo para vivir. Y lamentablemente, ese poco más que tenían mis padres lo perdieron al traerme a este mundo.
Supongo que mi llegada no pudo ser peor, ya que mi madre murió en el parto debido al esfuerzo y mi padre nunca me perdonó por esto. Pero no penséis que lo pagó conmigo, no. Simplemente eligió no quererme más que a ella, por lo que siempre intentó darme la mejor educación posible, pero sin concederme su cariño de padre.
Los años pasaron y como todo niño humano en Raxus Prime con más de ocho años, se me asignó un trabajo sencillo pero útil en una de las refinerías. Siempre he sido una persona curiosa, y allí aprendí bastantes cosas sobre mecánica y robots, además de poder observar de cerca a muchos controladores de consolas, que eran los encargados de mantener el sistema informático de la fábrica.
Pero aunque parece una historia relativamente tranquila, no lo fue. Lo cierto es que la guerra comercial se recrudeció hasta el punto de que una de las cúpulas de supervivencia de una colonia humana sufrió un terrible fallo que hizo que la atmósfera tóxica del planeta se mezclase con la interior, provocando decenas de muertos al cabo de pocos días.
Las acusaciones de sabotaje, aunque nunca pudieron ser demostradas, llegaron a ser de dominio público, y rápidamente se formaron grupos de humanos que clamaban venganza en contra de los asesinos jawas.
El planeta entero se dividió en dos facciones, y pronto la guerra estalló. Pese a ser un planeta que no alcanzaba los 2 millones de habitantes, muchos fueron víctimas de la guerra.
Evidentemente, la República no tardó en enviar a sus emisarios Jedi para que impusieran orden y juicio a las mentes nubladas por la venganza. Esa fue la primera vez que vi a un Jedi en acción.
Yo era un niño curioso de tan sólo doce años, y la visión de ese caballero omnipotente que hacía caer a sus atacantes con sólo elevar una mano, mientras con la otra desviaba los disparos de blaster con su espada de luz, despertó algo en mi interior.
El mundo no se limitaba a Raxus Prime. Existían seres como los Jedi o aún más maravillosos que debía contemplar con mis propios ojos. No podía tirar mi vida en esa roca llamada Raxus Prime, era el momento de descubrir nuevos mundos y no podía dejar pasar mi vida como lo habían hecho mis padres.
Cuando la paz se estableció de forma rápida y segura gracias a los representantes de la República, decidí hablar con mi padre. Como era de esperar, no le importó mi marcha, al igual que mi no me importó la separación. El nunca había sido mi padre, al menos no en el sentido estricto de la palabra.
Aprovechando el aprovisionamiento que llevaron a cabo las naves que transportaban a las fuerzas pacificadoras, me fue relativamente sencillo colarme entre ciertas mercancías como polizón.
El viaje no duró demasiado, aunque lo pasé bastante mal en la zona de cargas de la nave, donde los efectos del viaje interestelar se hacían bastante más presentes que en otros lugares más acomodados de la nave.
Por fin, y sin saber muy bien a donde se dirigía la nave, llegué a un planeta donde sólo existía una ciudad que nunca tenía fin. Muy pronto, supe que me encontraba en la sede de la República, es decir, aquí, en Coruscant.
Como sólo era un niño perdido en un planeta que era totalmente distinto a todo lo que había visto, no pasó mucho tiempo antes de que las autoridades de la zona me recluyesen en un orfanato.
Aquel no era mi lugar. Me había criado de forma independiente, sin apenas ayuda por parte de mi padre, y no me gustaba que me tuviesen controlado constantemente, por lo que no aguanté allí dentro ni dos años.
Sin embargo, no fueron años desperdiciados, ya que me dediqué a aprender todo lo que la biblioteca del centro podía ofrecerme sobre este nuevo planeta, la sociedad de la república, conocimientos cibernéticos e informáticos, pero sobre todo, me interesé en la cultura Jedi. Necesitaba saber quienes eran esos seres, y cómo habían conseguido esos poderes. Me prometí a mi mismo, que algún día sería capaz de lograr las mismas hazañas que se contaban sobre ellos. Y no descansaría hasta lograrlo…
Han pasado cinco años desde entonces, y la verdad es que no tengo muy claro como he sobrevivido, pues tengo un pequeño don que siempre hace que me meta en problemas, aunque bueno, mirándolo de otro modo, tal vez mi don sea salir siempre indemne de todos los problemas en los que me meto.
He subsistido gracias a mis conocimientos de robótica y mecánica, además de realizar ciertos trabajillos como hacker que me han llevado a vosotros.
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¿Cómo?¿No te ha gustado mi historia? Te dije que te contaría algo importante, y creo que siempre es importante conocer a tu enemigo, pues sin duda alguna tu me consideras tu enemigo ¿no es así?
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Vaya, ¿o sea qué ni siquiera me consideras digno de ser tu enemigo?
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Tranquilo, si tantas ganas tienes de acabar conmigo, deberías haber pensado más en la historia que acabo de contarte.
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Jejeje… ¿crees qué ese cuchillo me asusta? Te lo repito, si hubieses reflexionado sobre lo que acabo de contarte, te hubieses percatado de que el fardo que llevo atado a mi espalda no tiene nada de común. Los Jedis tienen sus sables de luz ¿verdad? Pues yo tengo lo más parecido que he podido encontrar en el mercado, ¿quieres verlo?
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Antes de que terminemos con esto y para que no lo olvides, mi nombre es Norrin Rad y llevo años entrenando con este juguete.
¿Jugamos?
Aunque no lo parezca, es una noticia muy, muy buena, ya que últimamente, dejando a un lado los libros de rol que me compro (que son muchos), no juego a nada y es una pena siendo uno de mis mayores hobbies.
Y mientras la retomamos, yo voy haciendo los deberes reviviendo la historia de mi personaje que escribí en su día traída de mi difunto blog de relatos roleros Witchcraft Tales.